8.1.08

Tal vez el tiempo




Pensaba perderte de pie
pensar que ya nada vuelve
y el eco de tus pasos no cesa

Me basta tener
la imagen en que estan
tus ojos clavados en mi,
a veces ese gesto me quiebra.

Sueles escuchar esa vieja cancion,
sueles prescindir de mis manos tiempo
para que el dolor no se quede adentro
para que tu voz suene

Quedaste tendida sin voz
cansada del tiempo y del sol
el brillo de tu ser descansa.

Me basta tener
la imagen en que estan
tus ojos clavados en mi,
a veces ese gesto me quiebra.

Sueles escuchar esa vieja cancion...



Ignacio Marti,
De un sur

6.1.08

Siete años después


3.Uno escribe para tratar de responder a las preguntas que le zumban en la cabeza, moscas tenaces que perturban el sueño, y lo que uno escribe puede cobrar sentido colectivo cuando de alguna manera coincide con la necesidad social de respuesta. Escribí Las venas para difundir ideas ajenas y experiencias propias que quizás ayuden un poquito, en su realista medida, a despejar las interrogantes que nos persiguen desde siempre: ¿Es América Latina una región del mundo condenada a la humillación y la pobreza?¿Condenada por quién?¿Cupa de Dios, culpa de la naturaleza? ¿El clima agobiante, las razas inferiores? ¿La religión, las costumbres? ¿No será la desgracia un producto de la historia, hecha por los hombres y que por los hombres puede, por lo tanto, ser deshecha?
La veneración por el pasado me pareció siempre reaccionaria. La derecha elige el pasado porque prefiere a los muertos: mundo quieto, tiempo quieto. Los poderosos, que legitiman sus privilegios por la herencia, cultivan la nostalgia. Se estudia historia como se visita un museo; y esa colección de momias es una estafa. Nos mienten el pasado como nos mienten el presente: enmascaran la realidad. Se obliga al oprimido a que haga suya una memoria fabricada por el opresor, ajena, disecada, estéril. Así se resignará a vivir una vida que no es la suya como si fuera la única posible.
En Las venas, el pasado aparece siempre convocado por el presente, como memoria viva del tiempo nuestro. Este libro es una búsqueda de claves de la historia pasada que contribuyen a explicar el tiempo presente, que también hace historia, a partir de la base de que la primera condición para cambiar la realidad consiste en conocerla. No se ofrece, aquí, un catálogo de héroes vestidos como para un baile de disfraz, que al morir en batalla pronuncian solemnes frases larguísimas, sino que se indagan el sonido yla huella de los pasos multitudinarios que presienten nuestros andares de ahora. Las venas proviene de la realidad, pero también de otros libros, mejores que éste, que nos han ayudado a conocer qué somos, para saber qué podemos ser, y que nos han permitido averiguar de dónde venimos para mejor adivinar adónde vamos. Esa realidad y esos libros muestran que el subdesarrollo latinoamericano es una consecuencia del desarrollo ajeno, que los latinoamericanos somos pobres por que es rico el suelo que pisamos y que los lugares privilegiados por la naturaleza han sido malditos por la historia. En este mundo nuestro, mundo de centros poderosos y subirbios sometidos, no hay riqueza que no resulte, por lo menos, sospechosa.



Eduardo Galeano
Calella, Barcelona, abril de 1978
Las venas abiertas de América Latina